Como todos, unos urgidos,
otros podridos de la madera
agotados del cuerpo,
o indagando en el olor de la ortiga
si aquellas manos rotas, quietas, y flacas
son del pecado o hijas del miedo.
Quizá herederas de aquella enfermedad
surtida como si fuese una miscelánea de pueblo
o tan difícil que romperemos antes de empezar
átomos y extraños animales.
Manos y pies que siguieron muriendo
¡Ay! Sin cadáver. Siguieron penando.
¡Ay! Sin cadáver. Siguieron penando.
Están y no están. Tus pies y manos
Pregunta el lirio moribundo
en el cuerpo de un polvo que jamás tocaré.
Los días no contados, ¡No verás!
ni veremos el racimo de tiempo aglomerado
apiñado, hecho bolas, o
hecho de lana, duradero como esqueleto duro.
Pregunta el lirio moribundo
en el cuerpo de un polvo que jamás tocaré.
Los días no contados, ¡No verás!
ni veremos el racimo de tiempo aglomerado
apiñado, hecho bolas, o
hecho de lana, duradero como esqueleto duro.
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